CON UN PRÓLOGO
DE
EDITOR:
CLAUDIO GARCIA
SARANDI, 441
1919
PEÑA Hnos.—Imp.
En una mañana fría y húmeda llegué por primera vez al inmenso país delos Estados Unidos. Iba el steamer despacio, y la sirena aullabaroncamente por temor de un choque. Quedaba atrás Fire Island con suerecto faro; estábamos frente a Sandy Hook, de donde nos salió al pasoel barco de sanidad. El ladrante slang yanqui sonaba por todas partes,bajo el pabellón de bandas y estrellas. El viento frío, los pitosarromadizados, el humo de las chimeneas, el movimiento de las máquinas,las mismas ondas ventrudas de aquel mar estañado, el vapor que caminabarumbo a la gran bahía, todo decía: all right. Entre las brumas sedivisaban islas y barcos. Long Island desarrollaba la inmensa cinta desus costas, y Staten Island, como en el marco de una viñeta, sepresentaba en su hermosura, tentando al lápiz, ya que no, por falta desol, a la máquina fotográfica. Sobre cubierta se agrupan los pasajeros:el comerciante de gruesa panza, congestionado como un pavo, conencorvadas narices israelitas; el clergyman huesoso,